Del Castillo de Azay-le-Rideau Balzac dijo que era «un diamante facetado engastado en el Indre». Y con razón, porque este castillo es cuando menos deslumbrante. Su espejo de agua le devuelve el reflejo de sus formas delicadas y la elegancia de su arquitectura renacentista. Esta joya envuelta en la atmósfera romántica de sus jardines ingleses está acunada por las aguas del Indre y el murmuro del viento entre las hojas de sus árboles. El Castillo de Azay-le-Rideau, renovado y conservado con gran mimo, nos reserva dulces momentos de poesía.
Un castillo que contempla su reflejo en el agua… esta es la típica estampa de Azay-le-Rideau. Su elegancia se la debemos a las volutas renacentistas y a los favores de la familia Biencourt. Tras los trabajos recientes de renovación, el Castillo de Azay-le-Rideau se nos presenta en todo su esplendor. 

El Castillo de Azay-le-Rideau es uno de los favoritos de los visitantes, que quedan subyugados por la finura de su diseño y de su espejo de agua. La tranquilidad y la calma que hoy se respiran en el lugar no siempre fueron tales, ya que el castillo fue objeto de alguna que otra bajeza, cuando por ejemplo en la Edad Media, el rey Carlos VII mandó quemar el castillo junto al pueblo entero para vengarse de los borgoñones. 

Martin Berthelot, destacado burgués, adquirió el señorío de Azay a finales del s. XV y se lo cederá después a su hijo, que emprendió las obras que dieron lugar al edificio actual. Acaparado por su cargo de tesorero real, Gilles Berthelot dejó el proyecto en manos de su mujer, Philippe Lesbahy, quien presidiría por tanto la edificación de esta obra maestra del Primer Renacimiento francés. Este nuevo estilo combinaba la tradición arquitectónica francesa de los matacanes y torrecillas con la influencia del arte italiano, perfectamente representado en la decoración esculpida de la fachada norte. La escalera recta es la pieza más innovadora en una época en la que todavía primaban las escaleras de caracol. El propietario, acusado de malversaciones, y su mujer tuvieron que escapar del castillo, que Francisco I regalará a Antoine Raffin, su capitán de guardia. Quedará en manos de sus descendientes hasta después de la Revolución cuando, a pesar de su estado lamentable, fue adquirido por Charles de Biencourt. 

Durante más de un siglo, la familia de Biencourt realizó incontables obras interiores y exteriores para devolver a Azay el esplendor de antes; los jardines ingleses serán los únicos representantes de la moda del s. XIX. En esta época, el castillo exhibía resplandeciente su lustro renacentista y sus nuevas galas que formaban un todo armónico, alabado en incontables ocasiones por los poetas. Tras caer en la ruina, el último marqués de Biencourt vendería el terreno a finales del s. XIX, siendo adquirido en 1905 por el Estado hasta hoy, que es gestionado por el Centro de Monumentos Nacionales. Este organismo, consciente del valor de este patrimonio excepcional, inició en el 2013 una campaña de restauración y valorización del castillo, empezando por la renovación de sus jardines hasta las fachadas y pasando por sus fastuosos interiores. Envuelto en su elegante manto de toba calcárea, Azay-le-Rideau es un castillo que atrapa tanto la vista como el corazón.  
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CHATEAU D'AZAY-LE-RIDEAU

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Azay-le-Rideau se encuentra a 25 km de las estaciones de trenes de Tours y de Saint-Pierre-des-Corps, ambas conectadas con Paris-Montparnasse (1 h aprox). Desde Tours, la línea regional (TER) Tours-Chinon hace parada en Azay, que se encuentra a 2 km del castillo. Por carretera, tomar la A10 o la A85 (2 h 30 desde París). El aeropuerto de Tours tiene conexiones con Portugal, Irlanda, Gran Bretaña y Marruecos. 

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