El Castillo de Clos Lucé se distingue de todos los demás porque en él se alojó el gran genio del Renacimiento: Leonardo da Vinci. Este coqueto castillo nos invita a descubrir los aposentos en los que el maestro vivía cotidianamente y donde exhaló su último suspiro. También descubriremos sus inventos, cuyas reproducciones se exponen en los jardines. Por otro lado, los talleres, recién renovados, recrean el ambiente de trabajo del que Leonardo se impregnaba para fructificar sus ingeniosas reflexiones.
Clos Lucé, residencia de recreo de los reyes de Francia y última morada de Leonardo da Vinci, ofrece una visita apasionante, perfectamente orquestada. ¡Imposible resistirse al encanto de este edificio de ladrillo rojo y toba calcárea! No sin razón fue declarado Monumento Histórico.
Las primeras piedras de la fortaleza medieval se colocaron durante el reinado de Luis XI, en el s. XV. Cuando Carlos VIII lo compró en 1490, decidió transformarlo en castillo de recreo y edificar una capilla para su joven esposa, Ana de Bretaña. Varios años más tarde, Luisa de Saboya se mudó aquí para criar a sus dos hijos, Margarita de Navarra y el futuro rey de Francia, Francisco I. Este último conservaría un especial cariño por el lugar, donde acomodaría a su amigo Leonardo da Vinci, no muy lejos de su propia residencia en el Castillo Real de Amboise. Ambos edificios estaban comunicados por una galería subterránea por donde el joven rey acudía a visitar al anciano con total discreción. A finales del s. XVII el castillo se convirtió en el hogar de la familia de Amboise, lo que le salvó de la destrucción en la Revolución francesa.
En 1854 el Castillo de Clos Lucé pasaría a manos de la familia Saint Bris y recobraría toda su elegancia renacentista gracias a las importantes obras de renovación. Los decorados nos adentran en la intimidad de Leonardo da Vinci, pero primero sale a nuestro encuentro la atalaya que, con su palomar, nos remite a la época medieval. Seguidamente hay que atravesar la galería hasta llegar al cuerpo principal, donde se encuentra la gran sala renacentista en la que el maestro recibía a sus distinguidos invitados. Casi de puntillas visitaremos su dormitorio, desde el que gustaba contemplar el Castillo Real de Amboise. Tampoco resulta difícil imaginárselo comiendo en la cocina en compañía de su fiel sirviente, Mathurina, que le preparaba comidas vegetarianas y dietéticas respetando sus principios: «La sobriedad, una alimentación sana y un buen descanso mantienen en buena salud». En los bajos del castillo, se presentan animaciones 3D y maquetas que desvelan la intuición de Leonardo, el ingeniero. Además, sus talleres se han reconstituido íntegramente para recrear su universo de trabajo.
Por su parte, el parque de Leonardo da Vinci ofrece un paseo cultural en el que nos divertiremos accionado máquinas a tamaño real inspiradas en los bocetos dejados por el maestro. Si agudizamos el oído, escucharemos incluso los pensamientos y reflexiones de la mente más importante del Renacimiento. Clos Lucé rezuma la presencia y la creatividad de aquel que el rey llamaba con respeto «mi padre».
Las primeras piedras de la fortaleza medieval se colocaron durante el reinado de Luis XI, en el s. XV. Cuando Carlos VIII lo compró en 1490, decidió transformarlo en castillo de recreo y edificar una capilla para su joven esposa, Ana de Bretaña. Varios años más tarde, Luisa de Saboya se mudó aquí para criar a sus dos hijos, Margarita de Navarra y el futuro rey de Francia, Francisco I. Este último conservaría un especial cariño por el lugar, donde acomodaría a su amigo Leonardo da Vinci, no muy lejos de su propia residencia en el Castillo Real de Amboise. Ambos edificios estaban comunicados por una galería subterránea por donde el joven rey acudía a visitar al anciano con total discreción. A finales del s. XVII el castillo se convirtió en el hogar de la familia de Amboise, lo que le salvó de la destrucción en la Revolución francesa.
En 1854 el Castillo de Clos Lucé pasaría a manos de la familia Saint Bris y recobraría toda su elegancia renacentista gracias a las importantes obras de renovación. Los decorados nos adentran en la intimidad de Leonardo da Vinci, pero primero sale a nuestro encuentro la atalaya que, con su palomar, nos remite a la época medieval. Seguidamente hay que atravesar la galería hasta llegar al cuerpo principal, donde se encuentra la gran sala renacentista en la que el maestro recibía a sus distinguidos invitados. Casi de puntillas visitaremos su dormitorio, desde el que gustaba contemplar el Castillo Real de Amboise. Tampoco resulta difícil imaginárselo comiendo en la cocina en compañía de su fiel sirviente, Mathurina, que le preparaba comidas vegetarianas y dietéticas respetando sus principios: «La sobriedad, una alimentación sana y un buen descanso mantienen en buena salud». En los bajos del castillo, se presentan animaciones 3D y maquetas que desvelan la intuición de Leonardo, el ingeniero. Además, sus talleres se han reconstituido íntegramente para recrear su universo de trabajo.
Por su parte, el parque de Leonardo da Vinci ofrece un paseo cultural en el que nos divertiremos accionado máquinas a tamaño real inspiradas en los bocetos dejados por el maestro. Si agudizamos el oído, escucharemos incluso los pensamientos y reflexiones de la mente más importante del Renacimiento. Clos Lucé rezuma la presencia y la creatividad de aquel que el rey llamaba con respeto «mi padre».
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Los talleres de Leonardo da Vinci
Para celebrar el 500º aniversario de la llegada de Leonardo da Vinci al Castillo de Clos Lucé, se han abierto sus talleres al público.
Las últimas novedades del castillo
Información práctica
CHATEAU DU CLOS LUCE - PARC LEONARDO DA VINCI
2 rue du Clos Lucé
37400, AMBOISE
France




En los alrededores del castillo de Clos Lucé - Parque Leonardo da Vinci
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